En un contexto donde la demanda por alimentos saludables y sostenibles crece a nivel mundial, el INTA ha dado un paso innovador al presentar dos nuevos cultivares de soja convencionales (no transgénicos) desarrollados en la Estación Experimental Agropecuaria Paraná.
La investigación del INTA destaca que los cultivares INTA Paraná 5100 e INTA Paraná 6301 están diseñados para maximizar el contenido de proteína y materia grasa, esenciales para la producción de alimentos tanto humanos como animales. Según los especialistas, estas variedades representan una alternativa de alto valor agregado. No solo tienen un excelente perfil nutricional, sino que también permiten a los productores acceder a un sobreprecio de hasta 20 dólares por tonelada en mercados que priorizan cultivos no transgénicos.
Innovación en rendimiento y sanidad En términos de productividad, ambos cultivares exhiben resultados destacados. INTA Paraná 5100, con un promedio de 3951 kilogramos por hectárea, y INTA Paraná 6301, superando los 4100 kilogramos por hectárea, son líderes en rendimiento para sus respectivas zonas de adaptación. Además, ofrecen una resistencia significativa a enfermedades clave como el cancro del tallo y la mancha ojo de rana, que suelen afectar los cultivos de soja en las regiones productoras.
El contenido nutricional también es un factor diferencial. INTA Paraná 5100 ofrece un 42,9 % de proteína y un 21,4 % de materia grasa, mientras que INTA Paraná 6301, con 38,2 % de proteína y 23,2 % de materia grasa, se posiciona como una opción atractiva para la industria alimentaria gracias a su capacidad de producir harinas más claras.
La importancia de lo no transgénico En un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental y la calidad de los alimentos, los cultivares no transgénicos están ganando terreno. Estas variedades, al prescindir de modificaciones genéticas, responden a las preferencias de consumidores que buscan productos más naturales y sostenibles. Además, aseguran una menor dependencia de insumos específicos, lo que puede traducirse en prácticas agrícolas más alineadas con el ambiente.
El desarrollo de estas variedades también tiene implicancias económicas, ya que los mercados internacionales valoran cada vez más las sojas convencionales por su uso en productos premium, como alimentos orgánicos, y la demanda está en aumento.
Un desarrollo con historia Estos cultivares son el resultado de años de investigación y mejoramiento genético. Los cruzamientos iniciales para INTA Paraná 5100 se realizaron en 2006 y para INTA Paraná 6301 en 2011. Tras un riguroso proceso de selección basado en calidad, rendimiento y resistencia a enfermedades, estas variedades finalmente llegaron al mercado.
En la actualidad, su producción se realiza en pequeña escala y bajo acuerdos con empresas procesadoras que han apoyado este programa de mejoramiento por varios años. Según Vicentín, “esto garantiza no solo la calidad de la semilla, sino también un circuito cerrado de comercialización que asegura la trazabilidad del producto”.
Adaptación y futuro Con ciclos de madurez que se ajustan a las distintas regiones productoras del país, INTA Paraná 5100 se adapta al sur de Entre Ríos y zonas de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, mientras que INTA Paraná 6301 es ideal para el centro y norte de Entre Ríos y las provincias vecinas.
El desarrollo de cultivares como estos no solo reafirma el compromiso del INTA con la innovación agrícola, sino que también posiciona a Argentina como un referente en la producción de soja de calidad, capaz de satisfacer las demandas de los mercados más exigentes del mundo.
En tiempos donde la sostenibilidad y la calidad alimentaria son prioridades globales, estas nuevas variedades representan una oportunidad única para los productores y una respuesta concreta a los desafíos del futuro.
Fuente: Inta |